sábado, 21 de enero de 2017

Bioética

Si bien la ciencia requiere de la imparcialidad en su desarrollo, su aplicación en diferentes campos relacionados con los seres humanos y la sociedad impone preguntas cómo: ¿para qué sirve?, ¿hace bien su aplicación a los seres humanos?, ¿es posible aceptar un mal para unos con el fin de que otros vivan mejor?, y así muchas más que se sitúan en el campo del bien colectivo o la ética en la sociedad. En este sentido, la bioética es la rama de la ética que se ocupa de analizar y reflexionar acerca de las ciencias de la salud y la vida para proponer regulaciones y soluciones a los conflictos y dilemas que competen al conjunto de la sociedad, pero cuyas consecuencias son diferentes para el conjunto de las personas: en tanto algunos pueden recibir un beneficio, para otros es un perjuicio. Esto abarca tanto a la práctica médica como a los nuevos desarrollos y tecnologías que involucran y afectan a los sistemas vivos, como el impacto ambiental, la conservación de la biodiversidad, el respeto a los derechos de los animales y la manipulación genética, entre otros. En su alcance más amplio, la bioética plantea el establecimiento de normas y políticas públicas para regular y resolver conflictos en la vida social, especialmente en las ciencias de la vida.
Bioética cobró mayor relevancia tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, conflicto que exhibió los abusos, excesos y peligros de la falta de valores morales y éticos que dañan y ponían en peligro la supervivencia, no sólo de la humanidad, sino de los sistemas vivos en general.
Los principios en los que se basa la bioética fueron establecidos en 1979 en el libro Principles of Biomedical Ethics, de Tom L. Beauchamp y James F. Childress:
         Principio de beneficencia. Se centra sobre todo en la práctica médica, y establece la obligación que tienen los profesionales de la salud de poner el máximo empeño, capacidades y esfuerzos en atender al paciente y hacer cuanto pueda para mejorar su salud, de la forma que considere más adecuada.
         Principio de no maleficencia. Se refiere a que los profesionales de la salud deben obedecer siempre a la máxima de “no hacer daño”. Este principio complementa al de beneficencia.
         Principio de autonomía. Se refiere al respeto de los derechos fundamentales del hombre, especialmente el de la autodeterminación. En el ámbito médico, se centra en el derecho del paciente a ser informado adecuadamente sobre su padecimiento o situación de salud para pueda elegir o decidir sobre los tratamientos que se le podrían aplicar.

         Principio de justicia. Se refiere a la obligación que tienen tanto profesionales como el Estado de garantizar la equidad en el acceso y prestación de los tratamientos y servicios de salud básicos, de manera que no atenten contra la dignidad de las personas, así como de la distribución de los recursos para alcanzar estos objetivos.

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