miércoles, 15 de junio de 2016

Cambio de perspectiva

Introducción.

La historia, como todo lo que atañe al ser humano, se presenta inacabada e imperfecta. Sus análisis y resultados son incompletos, sujetos a nuevas lecturas y hallazgos.
Lejos de ser un defecto, se trata de una característica que permite acceder al estudio de los acontecimientos históricos, a través de las más diversas perspectivas.

Posturas y posiciones de acontecimientos históricos…

Reseña.

En pocos meses han desparecido dos personas, dos intelectuales, dedicados fundamentalmente a la Historia Contemporánea y al ensayismo político que, durante mucho tiempo, fueron referencias importantes en la cultura europea del último tercio del siglo XX y lo que llevamos del actual. Aunque hay una notoria diferencia de edad entre ellos, ambos son deudores desde el punto de vista de su formación académica e intelectual de la solvente tradición histórica grafica británica, tan vinculados a las prestigiosas universidades de Oxford, Cambridge y Londres que alumbraron entre otra de Ch. Hill, R. Hilton, E. Thompon, R. Samuel, M. Dobb y en las que los debates teóricos sobre la disciplina de la Historia del Tiempo Presente.
Desde la publicación de Rebeldes Primitivos traducida al castellano en los años sesenta del siglo XX en lo que Hobsbawn manifiesta su preocupación por los problemas sociales de Andalucía, en la línea de los Brenan, Pitt Rivers y otros, hasta la aparición de su Historia del siglo XX en 1995, pasando por sus fundamentadas aportaciones sobre las revoluciones burguesas, el desarrollo del imperialismo colonial o del capitalismo y sobre todo, una de sus últimas entregas Guerra y paz en el siglo XXI, el profesor E. Hobsbawm siempre se mantuvo fiel a sus convicciones marxistas dejándonos como testamento la validez de esta doctrina para el análisis social y política acompañado ademas su manera de interpretar la historia de un conjunto de consideraciones que, más allá de lo que puedan suponer una determinada construcción de su propio discurso histórico, son referentes políticos que encierran una esperanza de transformación social.
Por su parte T. Judt, desaparecido prematuramente en plena madurez intelectual, ha sido otro de los exponentes de esa intelectualidad comprometida, que supo legarnos tanto su propia visión interpretativa del siglo XX en esa monumental obra Posguerra.
Una historia de Europa desde 1945 una historia total y no solo de Europa, como sus reflexiones sobre los problemas más acuciantes de los comienzos del siglo XXI recogidos en varios de sus últimos trabajos (Pasado Imperfecto, El refugio de la memora, Algo va mal, Sobre el olvidado siglo XX) pero sobre todo en Pensar del siglo XX, autentico epilogo de su aportación intelectual renovadora no solo por sus aportaciones en lo que supone el análisis de las ideas como soporte de los cambios históricos, por sus profundas reflexiones sobre las cuestiones de la historia más reciente en los comienzos del siglo actual, como por sus planteamientos metodológicos a los que contribuyen las inteligentes “provocaciones” de otro gran historiador contemporaneista T. Snyder. Entre ambos, Hobsbawm y Judt, media todo un mundo de reflexiones que les vinculan y que pasan por la defensa del pensamiento crítico, en este caso centrado en la historiografía, para intentar entender la complejidad del siglo XX y la configuración de la sociedad actual; tambien notorias diferencias generacionales y de planteamiento que, a mi manera de ver no obstaculizan el nexo que vertebra su obra y que, en definitiva, se  resumen en lo que es la actitud ejemplarizante de dos intelectuales comprometidos ideológicamente y políticamente empeñados en poner su experiencia y conocimientos en la deferencia de la perspectiva histórica y de las consideraciones éticas del mundo que debemos construir en los albores del siglo XXI.

Frente a esta ola de conservadurismo ideológico y neoliberalismo que pretende totalizarlo e interpretarlo todo y que, incluso, no hace mucho llego a proclamar “el fin de la Historia”, la obra de Judt y de Hobsbawm, como también la de Fontana, resultan ser un alegato rebelde por lo que tienen tanto de la contemporaneidad, como defender la esperanza, la “utopía” a la que se aferra Hobsbawm, de rechazar todo uso de la historia que sirva para legitimizar el pasado y que, desde luego, sus trabajos contribuyen a crear conciencia de que, pese a lo que “está cayendo”, toda la construcción del futuro puede estar aun en nuestras manos.

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