La historia cultural de la física, en la formulación de las
leyes de la Termodinámica, se asoció con aspectos como la Revolución
Industrial, la tradición ingenieril de las máquinas, la filosofía romántica de
la naturaleza o la economía política. También se ha analizado la forma en que
las percepciones y metáforas sociales y teológicas influyeron en el pensamiento
de los filósofos naturales que intervinieron en el desarrollo de la nueva
ciencia de la energía y se han utilizado metáforas para explicar el
funcionamiento de diversos aspectos de la sociedad. En la década de 1870 y después
de los sucesos de la Comuna de París, las élites intelectuales europeas veían
con profunda preocupación la consolidación de movimientos obreros ejemplificados
por la Asociación Internacional de Trabajadores, fundada en 1864.
Desde un discurso capitalista decimonónico, un universo
fatalmente equilibrado en términos de energía se utilizó como un escenario que
representaba a la perfección una sociedad comunista. El equilibro de la energía
en el universo era análogo a una sociedad igualitaria, sin diferencias
sociales; sus consecuencias, idénticas: la muerte térmica y la muerte social y
económica. Los científicos y divulgadores británicos Peter Tait y Belfourt
Stewart expresaron en un libro muy popular sobre la ciencia de la energía de
finales del siglo: “El calor es el comunista por excelencia de nuestro universo
y sin duda es el que llevará al sistema presente a su fin”.
La metáfora de la sociedad como una máquina térmica sirvió
para justificar las diferencias sociales entre la burguesía y la clase obrera.
En 1891 el químico español Laureano Calderón aseguró frente al público del
Ateneo de Madrid, que las desigualdades sociales estaban impuestas por una ley
natural.
Calderón recurría a la idea expuesta por el ingeniero
francés Sadi Carnot, que postulaba que era necesaria una diferencia de
temperaturas para que una máquina térmica funcionara. Este postulado, que fue
la idea original que desembocó en la Ley de la entropía, demostraba que para
transformar energía calórica en energía mecánica era necesario que el calor
pasara de un cuerpo caliente a uno frío.
Para el químico, esta diferencia térmica representaba la
configuración social de un Estado que promovía un comportamiento individualista
y que respaldaba el espíritu competitivo del capitalismo. El intentar suprimir
las diferencias de clases significaba para Calderón hacer inservible la máquina
social. Los argumentos termodinámicos respaldaron objetivos políticos y
sociales muy diversos.
En 1880 el médico ucraniano Sergei Podolinsky realizó un
detallado estudio termodinámico de la agricultura para apoyar la necesidad de
un orden social informado por las ideas socialistas de Karl Marx y Friedrich
Engels. Para Podolinsky, la posible muerte térmica del universo era evitable si
se utilizaba correctamente la energía del universo.
De aquí que era esencial que la organización de la sociedad
se convirtiera en una cuestión de optimización energética. Después de un
análisis energético de las diferentes formas sociales de producción, Podolinsky
aseguraba que el capitalismo disipaba una gran cantidad de energía que se hallaba
a disposición de la humanidad, tal como una máquina deficiente.
Solo a través de una forma de producción socialista en la
que existiera una asociación igualitaria de las fuerzas de trabajo, se lograría
que la gran máquina social se acercara a su funcionamiento óptimo y fuera, por
tanto, capaz de acumular energía aprovechable. Desde esta perspectiva, el
socialismo era la clave para evitar la muerte térmica del universo.