Desde nuestro origen, los seres humanos hemos dependido,
directa o indirectamente de los ecosistemas naturales, pues hacemos uso de
ellos para resolver nuestras necesidades básicas y para nuestro desarrollo. De
los ecosistemas obtenemos alimentos, agua, madera, fibras, tintes,
combustibles, energía y minerales, entre muchos otros productos que satisfacen
nuestras necesidades. A estos bienes que se extraen de la naturaleza les hemos llamado
históricamente recursos naturales.
El término de recursos naturales se utiliza para referirse a
los servicios de provisión o suministro, es decir, a aquellos elementos que el
ser humano extrae de la naturaleza y que constituyen la base material del sostén
de las sociedades humanas. El desarrollo de toda nación depende en gran medida
de sus recursos naturales pues éstos son la base de las actividades productivas
y éstas, a la vez, constituyen el sustento de su economía.
Los recursos naturales se han clasificado tradicionalmente
en dos grandes grupos: renovables y no renovables.
Renovables.
Los recursos renovables son aquellos que aunque se extraigan
de la naturaleza, tienen la capacidad de
reponerse a sí mismos. Ejemplos de recursos naturales renovables son los que
provienen de organismos vivos (como los peces marinos que comemos o la madera
para la construcción) así como el suelo y el agua.
La importancia del agua como recurso para los seres
humanos es evidente. No hay ninguna duda de que las sociedades humanas dependen
del acceso al agua, pues ésta se utiliza tanto para consumo directo como para
la manutención de actividades agrícolas y ganaderas, para la industria, la
generación de energía y un sinfín de otras actividades.
Casi 70% de la superficie se encuentra cubierta por agua,
mientras que el resto corresponde a los continentes. Por esta razón uno podría
pensar que la disponibilidad de agua en el planeta es infinita, es decir, este
recurso sería suficiente e incluso ilimitado para cubrir las necesidades
humanas y para garantizar el funcionamiento permanente de los ecosistemas, en
particular el de los terrestres. Una proporción (97%) es salada y únicamente 3%
es agua dulce.
Esto representa una seria limitación, pues sólo el agua
dulce es útil para beber, así como para regar nuestros cultivos y mantener el
ganado. Además de esta pequeña porción de agua dulce que hay en la Tierra, la
mayor parte no puede utilizarse porque está congelada en los casquetes polares
y en las nieves perpetuas de las montañas, o bien, porque se encuentra en
depósitos subterráneos en profundidades inaccesibles. De hecho, el agua
disponible en el planeta para abastecer a los ecosistemas y a la población humana,
entre aguas subterráneas accesibles y superficiales, corresponde sólo a 0.55%
del total de agua dulce y a 0.01% del agua total del planeta.
La demanda total de agua ha crecido mucho en los últimos
años ante el vertiginoso crecimiento de la población humana en todo el mundo.
En consecuencia, la cantidad de agua disponible por habitante es actualmente
una tercera parte de la que se tenía en 1970, y muchos países ya sufren una
aguda escasez de agua. Si esta tendencia no cambia, para el año 2025 dos
terceras partes de la población mundial vivirán en países con recursos hídricos
insuficientes.
En México, cuyo territorio presenta naturalmente una alta
proporción de regiones semiáridas, el panorama también es alarmante. La
disponibilidad total de agua en el país es de 72.6 km3. Como
consecuencia del incremento de la población humana y del mal uso que se ha dado
a este recurso, en los últimos 10 años la cantidad de agua disponible por
habitante ha descendido de 11,000 a 4,900 m3 anuales. Esta
disminución resulta alarmante y puede llegar a provocar conflictos sociales
importantes en México y el resto del Mundo.
Además en México la distribución del recurso hídrico no es
homogénea ni espacial ni temporalmente. Por ejemplo, al sur existen más cuerpos
de agua que abastecen a las regiones, debido al clima cálido-húmedo, sin
embargo, en la parte norte del país donde existen regiones semiáridas escasea
el recurso.
No renovables
Por el contrario, los recursos no renovables no se
reconstituyen una vez que se les extrae de la naturaleza (o lo hacen muy
lentamente), de tal manera que su extracción conduce poco a poco a su
agotamiento, tal es el caso de los minerales, entre ellos el petróleo. En la
actualidad muchas personas piensan que esta división entre recursos naturales y
no renovables es cada vez menos clara, ya que el mal uso de algunos recursos naturales
que se consideraban renovables los puede convertir en no renovables si se
rebasa su capacidad de renovación o si se extraen a una velocidad mayor de la que
la naturaleza es capaz de regenerarlos.
Inagotables
Actualmente, la mayor parte de la energía que se consume
proviene de recursos fósiles, como el petróleo. La producción de energía a
partir de los combustibles fósiles tiene un fuerte impacto ambiental y no es
sustentable en el tiempo. Los recursos inagotables como el sol y el viento
pueden ser una alternativa para reemplazar gran parte de la energía que
consumimos.
Los recursos naturales inagotables son aquellos que no se
extinguen, terminan o gastan con el uso ni con el paso del tiempo. Ejemplos de
recursos naturales inagotables son la radiación solar, el viento, las mareas y
la energía geotérmica(calor en el interior de la Tierra).
Los recursos inagotables pueden ser aprovechados para la
generación de electricidad, por ejemplo, la radiación solar y el viento se
pueden utilizar para generar energía eléctrica, la que a su vez se emplea para
satisfacer muchas necesidades humanas: producción de bienes y servicios,
televisión, iluminación, etc..